A los 8 años ya filosofaba acerca de lo que me depararía la vida. Quiénes somos, a dónde vamos, de dónde venimos… son preguntas demasiado existenciales para una mente tan pequeña. En forma de poema sentencié que el destino me enseñaría el camino a su debido tiempo.
Caminé y caminé durante 16 años por calles estrechas y lúgubres de la vida, pero ya me cansé; me senté a esperar la llegada del destino y no me pienso mover; el me encontrará,
¡sabe donde estoy!